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La ambición, es un sentimiento loable y necesario en la vida de las personas. Es una de las características principales que nos distingue del resto de los seres del planeta. Es inherente a la condición humana y todos nacemos con ella. La diferencia es la medida que cada uno entiende y necesita de la misma, a pesar de que por motivo de falsas creencias y doctrinas malintencionadas, la califiquen peyorativamente.

Sin embargo, mi sensación es que escasea en el día a día, por lo que cuando me encuentro con alguien con ansias de crecimiento, que apuesta por sí mismo, con objetivos más a largo plazo del próximo fin de semana o las siguientes vacaciones, no dudo en aportar todo mi humilde conocimiento con la finalidad de ayudarle a encontrar esa pepita de oro, igual que hacían los colonos en “El Dorado”.

¿Cuáles son los motivos por los que gran parte de la sociedad critica a aquellos cuyo objetivo es ser millonario, o que apuestan y trabajan duro para comprarse un avión?

Quiero aclarar que con esto no me refiero a determinados ilusos o soñadores convencidos de que el mero hecho de desear, sin pagar el precio, les hará poseedores de algo. Me refiero a quien de verdad posee determinación, estando dispuesto a aprender y hacer aquello que haga falta en aras de una noble meta personal, con el convencimiento de que la abundancia no es un bien reservado sólo para unos pocos, si no que todos podemos conseguirla si trazamos un plan y pagamos el precio. Tendrán además que sobre ponerse a muchos obstáculos y desoír las voces críticas de muchas personas cercanas que se lo desaconsejan, por el único motivo de su propia incapacidad para el sacrificio.

Estoy convencido que debería ser una asignatura en nuestra educación, inculcada desde nuestra más temprana edad, donde se nos explique que en la vida debemos optar a algo mucho más grande y apasionante que la estabilidad, entendiendo que el éxito colectivo es la suma del éxito individual de todos nosotros.

Me comentaba un cliente que, “lo realmente genial en la vida era ser futbolista, astronauta o algo así”, a lo cual humildemente respondí que para mí la clave no es en qué se trabaja, sino en cómo desarrollas tu cometido, en la forja de un entorno favorable y en tu actitud ante lo que haces y sucede.

Por todo ello, os invito a reflexionar sobre lo transmitido en estas líneas, abandonando la senda del conformismo y la mediocridad, el miedo a la pobreza y otros muchos paradigmas de la sociedad, teniendo siempre presente que “la comodidad de hoy acarreará inexorablemente la incomodidad de mañana.”


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